lunes, 16 de mayo de 2011

DASHIELL HAMMET








Parlar de Dashiell Hammet i de Sam Spade és gairebé equivalent, per als amants del cinema, a parlar de Humphrey Bogart i El Falcó Maltès, que és una de les tantes pel.lícules que es van filmar en els anys 30 i 40 del segle passat basades en les novel.les de Hammet.
L'home prim (1934), L'agent de la Continental (1924) i Collita roja (1929) són altres de les seves novel-les més conegudes. Va escriure novel-la fins al 1934, la darrera d'elles va ser precisament 'L'Home prim'. Després només escriuria relats curts alguns dels quals serien publicats a posteriorment en antologies.
Recenment han aparegut quinze relats curts inèdits de Hammett, els ha trobat Andrew Gulli, editor en cap de la revista "The Strand", un magazine de culte especialitzade en novel-la negra, que  publicarà com a mínim un d'aquests tresors ocults a "The Strand".
És de sospitar que els manuscrits trobats per Gulli els arxius literaris de la Universitat de Texas siguin, llavors, escrits després dels anys 30
Va dir que algunes d'aquestes peces són típics de l'estil de Hammett i les seves novel-les poblades de detectius "durs" , mentre que altres porten el lector a "camins desconeguts".
Gulli, ja ha publicat altres escrits inèdits d'autors com  Graham Greene, Mark Twain i Agatha Christie.

A continuació he afegit dos reportatges apareguts a El País relacionats amb l'autor.


ALGUNS DELS SEUS LLIBRES
El falcó maltès (1930) Una estatueta amb figura de falcó que els cavallers de l'Ordre de Malta van regalar a l'emperador Carles V el 1530 ha estat objecte, durant més de quatre segles, de robatoris i pèrdues. Quan, després de mil peripècies, arriba a la ciutat de San Francisco, un grup de delinqüents tracta d'apoderar d'ella, el que dóna lloc a conflictes, assassinats i passions exacerbades. A això contribueix el detectiu Sam Spade mitjançant l'ús de la violència més crua i la creació de situacions arriscades i imprevisibles, encara que sempre aclaridores.

La clau de vidre (1931). En aquesta obra, un argument pròpiament detectivesc, la investigació d'un homicidi, és situat en l'ambient pre-electoral d'una ciutat nord-americana dominada per dues bandes rivals. El protagonista, Ned Beaumont, guardaespatlles d'un gàngster, al seu torn munyidors d un senador de qui depenen tots els càrrecs elegibles de la ciutat, es veu forçat per les circumstàncies a descobrir el culpable del crim, tot i les repercussions que la investigació té en la lluita electoral.


Collita roja (1929). Collita roja és la violenta història d'un detectiu privat que a les poques hores d'arribar a Personville es submergeix en un bany de sang, fruit de les batalles entre bandes rivals. Les maniobres i procediments que se serveix l'agent de la Continental per restablir l'ordre no difereixen molt dels que utilitzen els enemics de la llei.

Reportatge publicat a El País 08-01-2011
Medio siglo sin Dashiell Hammett, el inventor de la novela negra

El creador del detective Sam Spade renovó el género y amplió su alcance como testimonio de las alcantarillas de la sociedad

Una gabardina, tabaco, alcohol, desencanto y un inquebrantable código moral, que no necesariamente coincide con el de la sociedad, son los atributos con los que Dashiell Hammett, de cuya muerte se cumplen 50 años, vistió al detective Sam Spade en El halcón maltés e inventó de paso la novela negra. El 10 de enero de 1961, Hammett moría en su Estados Unidos natal.

En su haber tenía dos guerras, un valiente compromiso con la izquierda política a pesar de su paso por la mítica agencia de detectives Pinkerton -germen del FBI- y una mala salud de hierro macerada en alcohol pero, sobre todo, cinco novelas y dos libros de relatos con los que sentó las bases de un nuevo género. Antes de Hammet, existía la novela policíaca, aquella que cultivaron Edgar Allan Poe o Agatha Christie, de detectives desdeñosos con ayudante algo bobalicón que desprecian a la policía y cuya mente prodigiosa se revela capaz de desentrañar los más retorcidos crímenes.

"En cambio, el detective de negra suele ser un tipo solitario, desengañado, y ese modelo lo inventó Hammett con Sam Spade. Le metió músculo a la novela policiaca y la convirtió en un testimonio social", afirma a Efe el escritor David Torres, merecedor en 2008 del premio Dashiell Hammett que otorga la Asociación Internacional de Escritores de Novela Policíaca. Para Torres, Spade es el detective por excelencia, y el resto, "variacones más o menos afortunadas" de este personaje "más filósofo que policía", que se mueve en las tinieblas, que ha de decidir constantemente entre el bien y el mal hasta el punto de entregar a la justicia a la mujer que ama.

Un código moral de caballero andante, quizá espejo del propio Hammett, a quien su negativa de delatar a supuestos militantes comunistas le valió unos meses de cárcel en 1951. "Un hombre debe mantener su palabra", dijo la noche antes de ocupar su celda, según relata Diane Johnson en su biografía del autor.

Spade llega al cine con la cara de Bogart

La aparición de semejante personalidad no escapó al séptimo arte, y en 1941 Humphrey Bogart se enfundó la gabardina de Spade en "El Halcón Maltés" bajo las órdenes de John Houston. Si Hammett fue el padre de la novela negra, con esta película Houston fue, sin duda, el del cine negro. Hammett inventó también un nuevo lenguaje: diálogos que son todo aristas, cortantes y secos -"echan chispas", dice Torres- mientras su protagonista patea las calles a trompicones, de charco en charco, para encontrar a un criminal a la vez que descubre "que en realidad es la sociedad la que está podrida".

Y es que fue el escritor quien, como recuerda Torres, inició una "larga y compleja estirpe de escritores que usaron el género negro no tanto para resolver un misterio como para descubrir la podredumbre del entramado social y las miserias del alma humana". Porque Dashiell Hammet desconfiaba de su sociedad, como escribió en su panegírico la dramaturga Lillian Hellmann, con la que mantuvo una relación extramatrimonial de varias décadas: "No pensaba bien, tal como ya sabéis, de la sociedad en que vivimos, pero incluso cuando ella lo castigó no se quejó, y no le tenía miedo al castigo".

"Nunca mintió, nunca fingió, nunca se rebajó"

"Creía en el derecho del hombre a la dignidad y jamás, durante toda su vida, jugó a otro juego que al suyo propio: nunca mintió, nunca fingió, nunca se rebajó", leyó Hellmann en el funeral de Dash. Además, pese a que despreciaba profundamente la violencia, fue quien la introdujo explícitamente en la literatura criminal, donde hasta entonces aparecía velada, sugerida.

Hammett dejó un legado que va mucho más allá de El Halcón Maltés: creó al "agente de la Continental", protagonista de "Cosecha Roja" y de varios relatos, a la pareja formada por Nick y Nora Charles (El hombre delgado) y al detective Ned Beaumont de La llave de cristal. Desde 1934 a su muerte no volvió a publicar nada memorable. O como diría Josephine Hammett en la biografía que escribió sobre su padre, "no dejó de escribir, no hasta el final de su vida, lo que dejó de hacer fue acabar lo que escribía".

Reportatge publicat a El País 14-05-2011
REPORTAJE: DIOSES Y MONSTRUOS
Hammett, ese escritor, ese hombre

¿De qué hablamos cuando hablamos de novela negra? De muchas y retorcidas cosas. La escritura del creador de Sam Spade es dura, mordaz, escueta, ajena a la compasión y la autocompasión, llena de clima. Ahora se publican los relatos del detective

Miro de reojo y a veces con descaro a la cada vez más escasa gente que lee libros (de papel, aclaro, los de verdad, no esa cosa impresa en una pantalla) en parques, aviones y trenes, intentando averiguar los títulos y los autores que logran su embeleso. Inevitablemente, también te formas una imagen probablemente inexacta, negociable o prejuiciosa de su personalidad en función de lo que devoran sus ojos. De vez en cuando, te topas con el milagro de observar en manos de esos extraños la literatura, el ensayo y la poesía que identificas con las sensaciones más fascinantes y profundas que te ha regalado la vida. Por supuesto, esos libros no responden a una moda (aunque existan modas muy gratas de seguir) ni van a alterar su intemporal existencia no haber figurado nunca en la lista de best sellers, aunque sería justo y necesario que el arte de los grandes escritores no solo les proporcionara gloria sino también millones.

Desde hace demasiado tiempo constato que la mayoría de esa gente porta tres libros que deben pesar un kilo cada uno y llevan idéntica firma. Ningún acertijo. La identidad del autor es obvia. Se llamaba Stieg Larsson. No le dio tiempo a disfrutar de su éxito. A mí también me resulta un escritor muy adictivo, especialmente en Los hombres que no amaban a las mujeres, reconozco como seductora invención la de esa bisexual liliputiense, solitaria y punki, en posesión de intransferibles e implacables códigos vitales, capaz de derrotar a los ogros más feroces con un arma tan diminuta como invencible llamada ordenador. Larsson es alguien que sabe narrar, crear tensión, enganchar al lector, aunque esa prosa no sea cegadora, no provoque convulsiones en el alma ni el ansia por releer su obra en breve o en largo tiempo, pero lo que encuentro entre inadmisible y tragicómico es que gran parte de sus innumerables fans confiese que Larsson les parece el maestro supremo de la novela negra, el género que más aman. Nadie puede poner en duda ese amor, pero sí desconfiar ligeramente de su exhaustivo conocimiento del género si consideran que lo más grande que le ha ocurrido al buceo por la oscuridad es el sueco que reinó después de muerto.

Seamos risueñamente serios. ¿De qué hablamos cuando hablamos de amor?, se preguntaba Raymond Carver. ¿De qué hablamos cuando hablamos de novela negra? De muchas y retorcidas cosas, que se pueden contar excelsamente, regular o mal. De las nada transparentes fronteras morales y metodologías entre ley y delincuencia, de turbiedad común en los conceptos del bien y del mal, del poder y su genética corrupción, de la certidumbre de que casi nada es lo que parece y la inquietante convivencia entre el blanco y el negro, de un aroma masticable. Que mogollón de escritores manejen esas claves y sientan auténtica vocación por la negrura no garantiza que sus personajes y lo que les ocurre tengan complejidad, ingenio y grandeza. Los lugares y frases comunes, la copia mezquina de los argumentos, la atmósfera y el estilo de los clásicos, los diálogos esforzadamente sarcásticos acostumbran a ser más irritantes de lo normal para los paladares educados ancestralmente en la mejor negrura cuando estos detectan impostura, plagio sin alma, clones grotescos.

Todo lo que no era un tal Dashiell Hammett, al que solo se le puede acusar de haber dejado prematuramente de escribir, que su obra sea tan corta. Entre sus muchos personajes memorables con infinita capacidad para liar a los peores y que se maten entre ellos, desde aquel tipo sin nombre que trabajaba como agente de La Continental y que desató una cosecha roja, al retorcido gánster con sentido de la amistad Ned Beaumont enredado en llaves de cristal, al detective con barbilla en forma de V y pinta de Satanás rubio llamado Sam Spade. Permanecerá en el consciente y subconsciente de cualquier enamorado del género por su búsqueda del halcón maltés (bendito sea usted por siempre, señor Bogart), pero Hammett le hizo debutar antes de esa novela y película legendaria, en los relatos Demasiados han vivido, Solo pueden colgarte una vez y Un tal Samuel Spade, reeditados ahora en España en un libro que merece ser guardado con mimo, Todos los casos de Sam Spade. Sospecho que ese individuo se parecía mucho a su creador, que los principios de ambos eran tan atípicos como irrenunciables, también que ambos acumulaban justificado veneno en la lengua e irremediable amargura. Se sabe de Hammett que nunca abandonó la copa ni su dignidad y que la tuberculosis nunca le abandonó, que fue más chulo que un ocho con los que había que serlo, con los repugnantes y todopoderosos cazadores de brujas. En el cine lo encarnó epidérmicamente Frederic Forrest bajo la dirección de un Wim Wenders afiliado al quiero y no puedo. También el maravilloso Jason Robards en Julia. Quiero pensar que Hammett se hubiera reconocido más en el segundo. En cualquier caso, la imagen del fibroso Hammett es puro cine. No la de Raymond Chandler, aquel ejecutivo de las petroleras que fumaba en pipa y que a los cuarenta y tantos tacos decidió que solo le interesaba escribir, beber y una esposa veinte años mayor que él. Era admirable en la primera de esas funciones, en una prosa tan inteligente como lírica. Hammett no era poético. Su escritura es dura, mordaz, escueta, ajena a la compasión y la autocompasión, llena de clima. Ambos construyen diálogos memorables, crean universos genuinos, chorrean estilo, manejan virtuosamente la ironía, permanecen como lo más grande que ha dado el género negro.

Marlowe y Spade han tenido, tienen y tendrán herederos tontos, dignos e incluso ilustres. A mí me caen muy bien el racional Lew Archer, el feligrés de Alcohólicos Anónimos Matt Scudder, el sufrido y tenaz Harry Bosch, las incurables cicatrices de esa atractiva pareja formada por Kenzie, el hijo del bombero sádico, y Gennaro, la nieta del mafioso, esa mujer tan dura que insólitamente permite a su marido que la apalee, y Charlie Parker, empeñado en enfrentarse a todos los invulnerables demonios de la tierra. También estoy convencido de que los alucinados y alucinantes James Ellroy y John Connolly (sí, ese al que alguna opinión prestigiosa ha calificado desdeñosamente su obra como "literatura de aeropuerto") escribirían extraordinariamente bien aunque se dedicaran al género rosa. Millennium tal vez sea el último negocio fastuoso del libro de papel. Pero eso no justifica coronar a Larsson como el Shakespeare de la novela negra.

3 comentarios:

  1. Quants records amb el falcó maltès!!
    Gràcies per acostarnos Hammet.
    Una abraçada

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  2. Hola Josep, com és nota que ja tenim una edat;)
    Una abraçada

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  3. I tant, i el millor de tot es gaudir-la a tope!

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